LA PANDEMIA EN TIEMPOS DE INFORMALIDAD

La pandemia en tiempos de informalidad

Es necesario darle una perspectiva heterogénea a la lucha contra el virus

POR : Alan Salinas

Por estos tiempos de pandemia, se ha hecho evidente la informalidad (entendida como cultura) en la sociedad peruana para afrontar la emergencia sanitaria que el Estado ha propuesto. Desde el inicio del confinamiento, todas las regiones del Perú acataron el confinamiento, pero no en la misma medida. Al no tener el país una economía formal que otorgue seguridad social y bienestar económico a nuestra población, los peruanos y peruanas vinculados al sector informal (70% del Perú, según el INEI) han creado un ethos (o modo de vida) que está muy relacionado con el «vivir del día a día». Cuentan, además, con una apreciación pragmática y antiestatal de las medidas que otorga el Gobierno.

Eso lo podemos apreciar en estos tiempos de lucha contra el coronavirus. La gente, al enfrentar la suspensión de sus actividades laborales hasta el término del confinamiento (que el Gobierno ha garantizado al empresariado) o al tener un trabajo como independiente, se ha ingeniado la forma de obtener dinero para mantener a sus familias. Tan es así que, al estar paralizadas todas las actividades del país (salvo mercados y farmacias), se ha visto por las calles de Lima, hasta el toque de queda, la venta de comida y otros productos de primera necesidad sin las medidas sanitarias correspondientes, generando riesgos y, cómo no, el aumento de infectados hasta el día 60 de cuarentena en la que nos encontramos.

Por otro lado, el no respeto a la autoridad, tan característico de la informalidad como cultura, se ha visto reflejado en regiones como Loreto, donde el sistema de salud está colapsado; Piura, con altas tasas de infectados; Lambayeque, en la misma media; y Lima, la capital, que cuenta con el mayor número de infectados. La razón: espetar en el papel las medidas, pero haciendo caso omiso a las restricciones que el Estado ha impuesto. Esto se aprecia en la movilización masiva de personas de un lugar a otro, y en la proliferación de las llamadas «combis» como transporte público, sin ningún permiso del Ministerio. La frase «hecha la ley, hecha la trampa» o el característico «más vale pedir perdón que pedir permiso» son la condición sine qua non del carácter informal.

¿Qué hacer frente a ello dado que –hasta el momento– la estrategia contra el coronavirus no ha sido la adecuada? Pues, dadas las características de nuestra sociedad, se necesita –además de una comunicación efectiva sobre el tema– un personal social y policial/militar que haga valer el sentido de autoridad. Si empezamos por allí podremos tener un mayor control. Por otro lado, como lo ha señalado recientemente el doctor Ugarte, es necesario darle una perspectiva heterogénea a la lucha contra la pandemia. Cada región presenta una particularidad que es necesario tomar en cuenta, tanto a nivel social como sanitario. Hay que tener también en cuenta que es necesario dar ya las medidas sanitarias pertinentes para los independientes y pequeñas y medianas empresas vinculadas al sector servicios y de producción.

Finalmente, es necesario darle –dentro del marco de la ley– algunas facultades a las Fuerzas Armadas dado que cuentan con un comando operativo para estas crisis. Conocen sus zonas y su colaboración resulta imprescindible. El Gobierno puede aún rectificarse, reordenar las estrategias sociales y de salud para combatir esta pandemia.

Las guerras, como las crisis, dan a conocer el carácter de las élites políticas del país.

 

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