
El congresista Mauricio Mulder, tras los dramáticos sucesos que dan cuenta de la muerte del expresidente Alan García, sostuvo que “el aprismo se encuentra unido en torno a su recuerdo no sólo porque ha partido un integrante de nuestra familia, sino porque lo que representa su muerte es un acto de dignidad y de honor frente a una persecución fascista y enfermiza en la que se han confabulado sectores del ministerio público, algunos actores de la prensa oligárquica y sus enemigos políticos”.
El presidente García ha tomado una decisión que corresponde a un hombre libre, cuya valoración es superior y pensando en los suyos, en su partido y en la inmensa mayoría de gente humilde a quienes sus perseguidores ya no podrán humillar. Quien fuera dos veces elegido por el pueblo del Perú como su presidente “no podía tolerar el maltrato insano y, precisamente, en defensa de la dignidad, accionó con honor”, dijo el parlamentario mostrándose sentido por el momento que atraviesa el viejo partido de Haya de la Torre que recibe una inmensa multitud de ciudadanos que esperan rendirle el último adiós a Alan, su querido presidente.
HASTA SIEMPRE COMPAÑERO PRESIDENTE
El día que Alan García pasó a la historia…
Todas las almas de los hombres son inmortales, pero las almas de los justos son inmortales y divinas (Sócrates)

De todas sus noches, aquella parecía ser particularmente la más pesada para Alan García. Mientras marcaba insistentemente los números de teléfono de los más cercanos, en su mente se agolpaban recuerdos y pensamientos de angustiosos pasajes familiares, de la cruel prisión del padre, de los momentos de la soledad que el poder te regala y también, de esos entrañables momentos en los que, ungido presidente constitucional del país, llevaba a cuestas hacia el mismísimo palacio de gobierno a un aprismo que por décadas había sido impedido de acceder al poder, rindiéndole así, un tributo inigualable a los miles de compañeros que murieron gritando APRA en medio de una lealtad sin desfallecimientos.
Nita Pérez, era precisamente, una de esas militantes que en su condición de profesora, había esperado casi toda la vida para ver realizado sus ideales más caros, sin pensar que su propio hijo los haría realidad. Ella se casó con Carlos García Ronceros -tomado preso varias veces y exiliado otras tantas-, cuando este ocupaba cargos de primer orden en la estructura del aprismo clandestino y compartiría así, una lealtad que produjo una familia absolutamente identificada con Haya de la Torre.
Pero esa noche de noviembre del 2018, Alan García no dejó de comunicarse, confirmaba datos y confrontaba información. Notificado estaba que la nueva policía política rodeaba su casa por las noches, que lo espiaban y entonces, a los más cercanos, les confió que vendrían por él. Requirió presencia y notó ausencias, recordando las innumerables veces en las que en medio de la soledad, el propio Haya de la Torre le contó que tuvo que sortear episodios similares llenos de acusaciones falsas y odios cainitas, pero, finalmente, ¿Qué era todo esto frente al fusilamientos de los marineros levantados en armas en 1931, la cruel persecución de la gran clandestinidad, la tortura y el asesinato de Manuel Arévalo, la barbarie en Trujillo, la represión en Huaraz, Cajabamba, Ayacucho, Huancavelica o la entrega de hombres y mujeres que fueron a la muerte o al destierro por el aprismo que cambiaría sus vidas? Absolutamente nada, se dijo.
Ya el 5 de abril de 1992, una dictadura había ordenado “capturarlo vivo o muerto” y tuvo entonces que salvar la vida y asilarse. Volvió tras un largo exilio de 9 años y se reencontró con su pueblo anunciando en la plaza San Martín de Lima -envuelto en multitudes-, que se ponía al servicio del Perú, tal y como efectivamente lo hizo cuando en su segundo mandato produjo una revolución que redujo sustancialmente la pobreza, impulsó la inversión, mantuvo el crecimiento económico y generó riqueza que puso al país en la ruta cierta del desarrollo con un modelo que sorprendió al mundo.
Cuando por diversas fuentes confirmaba que una detención trajinada por sicarios políticos en el Ministerio Público se abría paso sobre el derecho y la justicia quedo en evidencia que pese a no existir ninguna prueba, ninguna sindicación ni elemento que pudiera considerarse valedera, justificaba su detención. Había cumplido con asistir puntualmente a todas las audiencias requeridas pero, aun así, el antiaprismo del comunismo y los ataques de la oligarquía en insana alianza, sólo quería verlo preso.
Una audiencia para la que fue citado el ex presidente era parte de la farsa, sería postergada, en tanto información a cargo del IDL se difundiría en medios de comunicación cómplices para crear el marco ideal de para confinarlo en una prisión sin imputación específica, ni señalamiento criminal que la justifique.
En casa, frente a la mesa dio cuenta que había decidido defender su dignidad ante el atropello y repeler el allanamiento ilegal si fuera necesario. El diligente apoyo y la solidaridad de los pocos que conocían con exactitud lo que sucedía, abrió las puertas del asilo pero el debate estuvo precedido de una escena que los marcaría: sentado, con una mano cogiendo el celular desde el que se comunicaba y en la otra, con un arma cargada de sentimientos encontrados y preocupaciones por su madre, los hijos y el partido no parecía especular con una escena que describía con marcada preocupación por la patria. Era evidente que su tranquilidad contrastaba con el dramatismo del momento. Una extraña expresión de serenidad acompañaba las reiteradas expresiones sobre el deber y los compromisos hasta que miró fijamente a su interlocutor y exclamó: ¿Sabes? Primero esta el honor antes que la deshonra y la humillación innoble. Sus ojos esta vez reflejaban el mismo ánimo con el que Carlos Phillips caminó a la muerte gritando en Huaraz antes que fuera fusilado el año 1932: Sólo Dios Salvará mi alma y sólo el aprismo salvará al Perú. García siguió pensando sobre lo que el partido enfrentaría si lo detenían, de su inocencia probada de una y mil maneras y también, de los afanes políticos de sus enemigos, narrando como, voces amigas alertaban de los planes malsanos de quienes esperaban colocarle las marrocas para exhibirlo en una jaula con la que se cobrarían sus 95 años de antiaprismo.
También habló de la grandeza del espíritu del pueblo aprista, de la necesidad de mantener la unidad del partido y del hálito cósmico que representa el Cóndor de Chavín que Julio C. Tello propuso a Haya de la Torre como símbolo del partido por lo que representaba, de la vida después de la muerte y de la necesidad de trascender a la política menuda. Su vida fue siempre un aprendizaje permanente, pero también, de saludables rectificaciones que, sostenía, permitió que el pueblo lo comprendiera cuando le dio la enorme oportunidad de gobernarlo por segunda y exitosa oportunidad.
Lo que vino después con el asilo -que sí le concedió Uruguay inicialmente-, es parte de una historia que algún día se contará al detalle, sobre todo, por la conducta miserable de algunos operadores del régimen de turno y también la falta de fraternidad y palabra del presidente Tabaré Vázquez, quien cedió ante las presiones, dejando la vida de Alan García en manos de un gobierno sin moral y cuya supuesta lucha contra la corrupción es sólo una careta que esconde a quienes han hecho de la política, vil negocio culpable.
García había denunciado con pruebas de todos los calibres como era sujeto de una persecución política, que no había garantías para un juicio justo, que se vulneraban sus derechos y responsabilizó puntualmente al gobierno de usar el Ministerio Público con la complicidad de una prensa innoble, para estas maniobras. La consigna –señalaba en todos los idiomas-, fue tomarlo prisionero para hacer escarnio de su condición humana y someter a su partido. Pero García se les adelantó y nuevamente les ganó la jugada por lo que hoy, el curso de la historia será distinto.
Ayer, antes del desenlace de una vida de aprismo puro, una unidad policial creada para cumplir encargos fascistas reapareció en la puerta de su domicilio y esta vez, un sujeto sin identificarse sorprendió al personal de la casa e ingresó ilegalmente en ella. En un diálogo que avergüenza al Estado peruano, le exigieron “que se acercara” con la clara intención de asaltarlo y detenerlo. García lo sabía y recordó el episodio en el que el 5 de abril de 1992 su casa se vio rodeada por un destacamento militar que exigía “que saliera”. Como en aquella ocasión, se negó virilmente a cumplir órdenes de origen ilegítimo y en instantes, supo lo que debía hacer para no someter al pueblo aprista a la deshonra que pretendían infringir con una función de circo a punto de iniciarse.
Debía elegir y lo hizo rápidamente. Prefirió transitar por la ruta de la historia con la misma dignidad con la que Getulio Vargas reclamaba que a él no lo acusaban, lo insultaban, que no lo combatían sino que lo difamaban, que le restringían el derecho a defenderse urgidos de impedir su accionar, o la firmeza con la que Salvador Allende en Chile pagó con su vida la lealtad al pueblo, condenando a quienes momentáneamente pueden avasallar, pero nunca detener los procesos sociales, menos con el crimen ni con la fuerza.
García sabía entonces que la historia efectivamente la hacen los pueblos y en consecuencia, enfrentó las miserias de oligarquías que ya se regodeaban con su captura. Se puso por encima de la miseria humana en su peor expresión y se burló de sus captores negándoles una vez más, la sola posibilidad de hacer escarnio con él y su partido.
Cuando sobrevenga la paz del fin de los días y la serenidad permita un juicio justo, los odios cederán su paso y entonces, de hecho, la historia y el juez justo del tiempo lo absolverán respecto de las acusaciones de sus detractores, apareciendo una a una, todas sus obras y la dimensión real del hombre, del estadista y el político.
Discrepamos más de una vez, pero la fraternidad siempre se impuso sobre nuestras divergencias, nunca olvidé lo que este hombre le había dado al partido, menos el llanto de padres y abuelos cuando en 1985 juró como primer presidente aprista.
Hace sólo unos instantes, acabo de despedirme de su cuerpo inerte. Lo hice incrédulo y en medio de cientos de miles de compatriotas que levantando el mismo brazo izquierdo con el que juramos no desertar cuando ingresamos al aprismo, buscan respuestas que el sentido común y la justicia aun no nos da. Se fue haciendo lo que mejor sabía hacer, política y ahora, una noble muchedumbre lo despide. Lo recordaré gigante de corazón, humano en sus decisiones y aprista, muy aprista hasta el último de sus días.
Marcha querido hermano a ocupar tu columna en el Oriente Eterno y dile al jefe que aquí, su obra continúa, que el APRA nunca muere, mientras el Cóndor de Chavín da vueltas sobre nuestra Casa del Pueblo preparándose para acompañarte en tu viaje a las estrellas.
La banda de los Chicos Apristas te acompaña como en tantas ocasiones, pero esta vez entonando su melodía más triste mientras el pueblo aprista, tu querido pueblo, canta con lágrimas de viril impotencia en los ojos, Paso, paso a los caídos… por la justicia y la libertad.
Que haya paz en tu tumba.