UNA NUEVA PERSPECTIVA JUVENIL POSPANDEMIA
Por: Aleixis Payba
Miembro de la Celula Parlamentaria Juvenil
“Los jóvenes tenemos que cuestionar nuestro carácter individualista y materialista, partiendo desde ello, podremos generar propuestas para disminuir la destrucción que estamos ocasionándole a la naturaleza”
El mundo se ha detenido intempestivamente, un virus de origen asiático ha hecho que replanteemos muchas de nuestras cuestiones personales, políticas, económicas y sociales. El confinamiento, nos ha mostrado los resultados de nuestra agitada y consumista vida, así como panoramas desgatados, pobreza y destrucción. El mayor ejemplo, lo tenemos en nuestra apropiación de espacios naturales en la que nuestro supuesto carácter humano ha sido desnudado como una falsa imagen que está sometida a la satisfacción de nuestras necesidades. Ante este panorama vale preguntarse: ¿Qué rol estamos jugando los jóvenes en este aislamiento social? ¿qué perspectivas nuevas de vida estamos proponiendo para la etapa pos-pandemia?
En términos de salud, todos coinciden en afirmar, que la sociedad en su conjunto se encuentra en guerra. Que la llamada normalidad, es un término no definido por estos días y, por ende, debemos replantear nuestra humanidad y objetivos de vida. Si algo está demostrando esta pandemia, es su conversión en un estímulo para el Estado, realismo doloroso de agentes y sectores sociales abandonados o poco atendidos; uno de ellos la salud. Nuestro país, es una imagen real de una nueva “prosperidad falaz”, utilizando la terminología del maestro Jorge Basadre, el Perú –en gran parte por culpa de sus gobernantes- ha dejado pasar otra oportunidad de desarrollo y progreso sostenible. Se repetía siempre el discurso “somos un país en desarrollo”, pero el Covid-19 ha desmentido esta frase, mostrando al mundo que el “mendigo sentado en un banco de oro”, no entiende que para que un país se desarrolle, los sectores como salud y educación deben estar bien atendidos. El estado no es capaz, de por lo menos brindarle las suficientes herramientas a los médicos para que puedan combatir esta pandemia. La revolución científica y técnica que ha vivido y sigue viviendo el mundo, sigue siendo para nuestro país un objetivo inalcanzable.
El siglo XXI, denominado por muchos sociólogos, economistas e intelectuales, como el siglo de la juventud, la era de la información, del conocimiento, era una oportunidad para que las futuras generaciones generen propuestas de cambio y se introduzcan en el mundo de la investigación. Sin embargo, esto no se ha producido a cabalidad, el mal manejo de las tecnologías ha desviado y reducido el conocimiento de los jóvenes. El lingüista Noam Chomsky nos refiere diez estrategias de manipulación que utilizan hoy los grupos de poder y gobiernos para mantener al público ocupado en discusiones sin sentidos, psicosociales que tienen la única finalidad de apartar al público de la crítica en los problemas esenciales que afronta la sociedad, problemas que esta pandemia ha desnudado. Claro ejemplo, la absurda discusión si un programa reality debe o no regresar a la televisión.
La juventud peruana, tan carente de maestros de quien aprender –panorama que vivió la generación del centenario conformado por Cesar Vallejo, José Carlos Mariategui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, Magda Portal, etc-, afronta hoy una realidad crítica. Los problemas de nuestro país se desbordan como agua en cascada, somos testigos como miles de peruanos empiezan a violar la cuarentena, no por ignorantes o irresponsables, sino por instinto de sobrevivencia. Sin embargo, los jóvenes pareciéramos, haber perdido el sentido altruista por el prójimo, por el que menos tiene. Ese es el pánico del que habla el filósofo sur coreano Byung-Chul Han, al describir a la absorción de los jóvenes por la “cultura del me gusta”, digitalización que elimina la realidad y nos vuelve sólo propagadores de pantallazos, haciendo cada día reducido nuestra capacidad de análisis y de propuesta, sin conmoción por lo que le pasa a los más necesitados; no hay realidad.
La misma pandemia y cuarentena nos abren ventanas de solución, el estar confinados en nuestros hogares para no propagar este virus, ha hecho que nuestro planeta Tierra respire. El 35% de gases invernaderos han disminuido, la especie animal ha recobrado –aunque sea por unos meses- su libertad robada por nosotros los humanos, a la vez, han llegado nuevas discusiones. El historiador Israelí Yuval Noah Harari nos advierte[1], que la vida postpandemia nos traerá un nuevo modelo de “control social”, la digitalización será instrumento de los gobiernos para tener contralada a su población acusada ya desde ahora de mal educada. Recordemos que las políticas del terror, son utilizadas para asustar y disciplinar a la sociedad, es probable que nuevas formas de esclavismos se generen, es ahí donde la voz de la nueva generación debe ser alzarse. Una voz de protesta y de conocimiento, es esto último lo que moverá al mundo. Dejar la inacción, por la constante interrogante de los problemas que afectan nuestro entorno, la realidad de hoy, globalizada, está en constante cambio y transformación, sería apoyar “el desastre” quedarnos inactivos intelectualmente.
Los jóvenes tenemos que cuestionar nuestro carácter individualista y materialista, partiendo desde ello, podremos generar propuestas para disminuir la destrucción que estamos ocasionándole a la naturaleza. Promover un nuevo pacto social, donde se introduzcan políticas de transición ecológica, laborales y de defensa de los derechos humanos. No podemos permitir que se siga manteniendo en abandono a profesionales que hoy en día son nuestro escudo ante la pandemia. Se deben revitalizar las instituciones públicas, fortalecerlas para que estas no le huyan y abandonen a los pobres de nuestro país. Pronto cumpliremos doscientos años de independencia, tomemos esta pandemia como el inicio de una nueva perspectiva de vida y como República. No más una prosperidad falaz, basta de seguir siendo simple espectadores del cambio global, no al ultramaterialismo que destruye nuestros ecosistemas. Es cierto, el Perú es un problema, como bien diría el maestro Jorge Basadre, pero hay que también verlo como una posibilidad.
[1] En su columna “El mundo después del Coronavirus”